miércoles, 14 de septiembre de 2011


(de fines del 2009, creo)
La persistencia de la langosta

Contagiada por un leve espíritu ambientalista
y porque me da impresión aplastar insectos grandes
(es más fácil con los chicos, no se siente ese crujido jugoso al aplastarlos,
que despierta culpa y asco a la vez),
agarré a la langosta con los dedos y
aunque luchaba por liberarse
la tiré por la ventana
del segundo piso.
Pero como si la gravedad no la afectase,
ni bien la solté , encaró de nuevo para adentro
decidida.
Entoces me le adelanté
y creyéndome muy inteligente
cerré la ventana
como para disuadirla,
y seguí con mi vida.
Como no entraba ni una gota de aire,
pasado un tiempo razonable
me acerqué para abrir el vidrio.
Pero ahí estaba,
ahora
parada sobre la transparencia,
al acecho,
desafiando una vez más
la ley de la gravedad.
Subía y bajaba por el vidrio
a paso lento
pero firme y decidida,
muy decidida
demostrando que lo hacía
sin ningún esfuerzo.
Me alejé
convenciéndome de que no estaba pasando nada.
Lavé ropa,
puse música
y hasta lo disfruté.
Pero ella seguía
en la ventana.
Adentro hacia cada vez más calor.
Probé todas las estrategias que imaginé
Abrí apenas una rendija,
también apagué la luz y
me quedé a oscuras.
para ver si era eso  lo que la atraía
(otra de mis teorías).

De esto ya hace un mes.
Adentro hace cada vez más calor
y la langosta sigue ahí.
Su fosforescencia
en la ventana
se hace más visible a la noche,
cuando estoy sola.
Y aunque no se ganó un lugar en mi casa,
sí tiene mi respeto.
Y pienso
que si en un descuido
abriera la ventana
rápidamente se apropiaría
del lugar,
de mi cama,
de mi mesa blanca
y de la silla más cómoda.


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